Conferencia: El páter entre la tierra y el cielo
El testimonio de Ángel Belinchón, Capellán de las Fuerzas Armadas

Martes 6 de junio, 19:30
Espacio Ronda Madrid
Entrada libre

En plena guerra de Afganistán, ante la amenaza continua de la muerte, el miedo y la destrucción, la misión del capellán Ángel Belinchón (1958) era de una importancia crucial: acompañar a los soldados a él encomendados, dar respuesta al sentido de la vida cuando ésta parecía no valer nada. A lo largo de su dilatada experiencia en las misiones de Bosnia (1997 y 2002) y Afganistán (2011), el capellán ha podido comprobar que «ante la realidad de la muerte, la gente mira al cielo». Y es que, como explica la capilla «se llena de soldados que rezan por sus compañeros caídos». Para Belinchón, las misiones y situaciones de combate son uno de los momentos en que se ve «plenamente realizado, donde se cumple la vocación de servicio» a través de la escucha del dolor, la soledad y la angustia. «Estar en zona de guerra es muy duro. Experimentas sufrimiento y destrucción a tu alrededor. A veces la muerte se acerca, aparecen las grandes dudas y los soldados buscan dar sentido pleno a la vida y la existencia», explica. Es en ese momento cuando el soldado «abre sus ojos a la trascendencia. Puede aceptar o rechazar la fe, pero normalmente, cuando un hombre se enfrenta al destino último, necesita respuestas y el sacerdote pone esperanza». Belinchón es consciente de que en estos momentos, cuando sus soldados se sienten solos y asustados, «necesitan una palabra amiga» y explica que sean o no católicos, «confían en el capellán, porque «el páter» sirve a todos».

«Es un orgullo ser capellán castrense, porque Dios nos regala momentos únicos que otros sacerdotes no pueden vivir». Sé que en España hay en torno a un centenar de capellanes castrenses, lo que hace de ellos una figura de por sí diferenciada y particular. Por ello se podría afirmar el carácter único de Belinchón, ya que además es licenciado en Bellas Artes, pintor y escultor. Su vocación de artista es posiblemente la más precoz. «Desde niño descubrí el amor por la belleza, y si Dios es belleza, nosotros que hemos salido de sus manos estamos adornados por ella y llamados a una vocación particular de artistas», relata. «Entre pinceles, cuando modelo el barro o cuando explico una obra de arte puedo expresar la grandeza y belleza de la fe”. (entrevista en Religión Libertad)